Miro
por la ventanilla y sólo veo nubes y el ala del avión. Estoy a
35.000 pies de altura (unos doce mil metros) según la azafata y no
puedo evitar imaginarme a un pibe haciendo pan y queso en el aire
desde el suelo hasta donde estoy ahora. No es mi primera vez en el
aire; sí en avión. Cuando estuve en el servicio militar hicimos una
experiencia de combate en helicóptero. En aquella ocasión yo viajé
en el borde del portón trasero de un Bell UH1H (los mismos de
Apocalypse Now) de cara al vacío con uniforme de combate y sostenido
tan sólo por un cinturón de seguridad flojo (y no inercial). Pero
claro, entonces no volé por sobre las nubes.
Ver
las nubes desde arriba tiene un efecto celestial, literalmente
hablando, por supuesto. La primera imagen que se me viene es el arpa,
la túnica, la aureola y las alitas. Escucho Amanece en la Ruta de
Sueter en mi banda de sonido interna. Pensar que mi vida depende de
la pericia del piloto y de la fortaleza del avión. Por cierto, el
avión es más parecido al Ajira 316 que al Oceanic 815. Sobre todo
por las alas chanfleadas. No tengo idea acerca de dónde estoy.
Calculo que en este momento miro tierras uruguayas con el tercer ojo
(vulgarmente conocido como ojete), pero la cantidad de nubes no me
permite ni siquiera aventurarme a asegurarlo. Supongo que para llegar
a Porto Alegre no hace falta sobrevolar el océano, aunque desconozco
las oscuras rutas que manejan las líneas aéreas. Como sea, la
sensación general que me invade es una profunda paz. Tengo millones
de motivos por los cuales hacerme mala sangre, renegar, echar mierda,
quejarme, etc., etc., etc. Pero en este momento todo lo que me
provoca es mirar por la ventanilla y dejarme inundar por la placidez
de esta mañana cálida y despejada a su propio pesar. Capaz que
abajo esté lloviendo, quién te dice, pero por acá sólo veo el
cielo celeste y el manto de nubes un kilómetro para abajo. Las
preocupaciones, el malhumor, el laburo, la guita, la casa, las
cuentas, nada de eso importa ya. Estoy en paz conmigo mismo y con el
universo. Posiblemente eso se termine al pisar suelo brasileño,
quizás al regresar a suelo argentino. Me importa muy poco. Todo es
aquí, todo es ahora, el contexto y las circunstancias no existen. El
mundo se detuvo en el interior de este pájaro de lata. Me quedo
entonces a la espera del aviso de llegada a POA. El mundo es un lugar
maravilloso el día de hoy.
Y
por cierto, es mucho mejor escribir en un avión que en el subte.
Ah que maravilla ver las nubes desde arriba, es indescriptible, pero que bien lo contaste. Yo hice mi primer viaje sobre las nubes en el 2005 y mi experiencia anterior también era en helicóptero. Dicen que cuanto más se separa uno de la tierra (se eleva) más fácil es el contacto con la parte espiritual de uno mismo, que es paz, que es perfección. Y debe ser nomás, porque es casi una "experiencia religiosa". Que lo pases lindo.
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