sábado, 10 de septiembre de 2011

Inconsciente en colectivo

Ante todo que quede bien claro que no soy racista, xenofobo, sexista ni clasista. En todo caso soy especialista: considero que toda la especie humana sin excepción es una garcha.
Por supuesto que hay algunos especímenes que hacen verdadero mérito para ganarse mi desprecio. Escribo esto mientras viajo a bordo de un colectivo. Los colectivos de Buenos Aires tienen un no se qué particular. Particularmente molesto. Ya de entrada tenés que someterte al humor del chofer. Esto se traduce en las ganas que tenga o no de abrirte la puerta. Ahí es donde radica el eje de su poderío. Si el tipo va con un par de monos parados y no tiene ganas de abrirte, lo mas probable es que ni siquiera se gaste en pisar el freno. Alguna vez he visto pasar dos, tres, cinco bondis seguidos cuyo chofer simplemente siguió de largo sin que le importe el menor de los carajos si yo llegaba tarde, me cagaba de ofri o me hacían un pibe los vecinos de la villa 1-11-14. Un par de veces me le planté adelante. No es fácil hacer eso, porque se tiene que dar la circunstancia de que el bondi vaya lo bastante lento como para que no te lleve puesto, pero si lográs hacerlo sos Gardel. En serio. El tipo no puede arrancar porque es intento de homicidio y al final no le queda otra que abrirte porque la propia gente que lleva arriba se le tira en contra. El tipo termina odiándote pero no tiene más remedio que marcar uno con veinticinco.
Una vez traspuesto el primer escollo nos encontramos ante la gran duda: parados o sentados. Aquí se abren varias alternativas. La primera es que el colectivo esté vacío. Este es el mejor de los escenarios posibles. Uno simplemente debe elegir entre los asientos disponibles y ubicar allí su humanidad. Por supuesto que cuanto menos vacío esté el bondi menos posibilidad de elección tendremos. Esto implica que a veces tendremos que fumarnos a un compañero de asiento que no será de nuestro agrado. Porque claro, puestos a elegir cualquiera querría a una joven y simpática señorita de bellas facciones y generoso escote dispuesta a darnos un rato de agradable charla y por qué no su número de celular y su facebook, pero la realidad a veces nos sienta junto a Doña Porota con su visible sobrepeso que la hace ocupar un asiento y medio y su facilidad para dormir y roncar en cualquier lado y aún así arreglárselas para babear sobre nuestro hombro.
El segundo de los escenarios posibles es el del colectivo lleno. Ahí es cuando uno en primera instancia se resigna y busca el mejor lugar para ubicarse. Para evaluar correctamente cuál es ese lugar nos guiaremos por los indicadores que voy a detallar a continuación. El primero de ellos tiene que ver con evitar el contacto físico entre uno y los otros. Los otros representan una fauna variopinta que sería interesante pero algo extenso detallar. Por lo pronto dejaremos claro que como buena fauna se caracteriza por sus olores corporales, sus emanaciones personales y sus necesidades sexuales. En otras palabras, chivan como hijos de puta o lo que es peor, se bañan en perfume berreta (porque sépanlo: quienes usan perfumes buenos no viajan en bondi), se tiran pedos, eructan y para colmo te apoyan, te manosean y te manotean el ganso. Todo eso, por supuesto, en el caso de que no vayan directamente a punguearte. El segundo indicador tiene que ver con la posibilidad de conseguir un asiento. Percibir qué asiento se va a desocupar es un arte que se aprende con largos años de experiencia en eso de viajar en bondi. No tiene sentido que se los trate de explicar: un gesto, una pose, una actitud al encarar el viaje; todo eso nos puede dar una lectura sobre cuánto tiempo falta hasta que determinado pasajero abandone su condición de tal. Una vez identificado aquel que en menor tiempo dejará una plaza libre el desafío pasa a ser ubicarse de manera tal que quede disponible para nosotros sin que haya riesgo de que otro (u otra) nos la arrebate. Aclaro esto porque uno de nuestros mayores y más acérrimos rivales en esta situación son las nunca bien defenestradas Viejas del Colectivo, señoras ya entradas en años y con aparentes dificultades para movilizarse que ante la liberación de un asiento son capaces de tacklear luchadores de sumo, caminar sobre la panza de embarazadas e incluso deslizarse hábilmente entre nuestro culo y la cuerina cuando se trata de apoyar el suyo propio por el resto del viaje, aunque este mismo no se extienda más allá de una parada. Eso, por supuesto, cuando no apelan al "Ay, joven, ¿no me cede el asiento? Es que ya he vivido tantos años..." cuando uno ya está comodamente sentado. Y no sentado en los asientos de adelante, sino en el fondo, en uno de los pocos asientos que quedaban cuando uno subió al colectivo semivacío. Y uno, que no quiere hacer un escándalo, se lo da. Porque la alternativa, por supuesto, es mandarla a la mierda. Digo, uno viene de laburar 14 horas seguidas parado como un boludo para que esta señora que estuvo todo el santo día rascándose vehementemente la argolla viaje las cinco cuadras que la separan de la casa de su amiga que la espera con té y masitas y le quite a uno el asiento. Asiento que luego quedará para la pendeja que sale del colegio escuchando Lady Gaga en su celu y que viaja hasta Berazategui completamente aislada de lo que pasa alrededor suyo.
Por último, hay un tercer escenario posible: el del colectivo completo. A ver, imaginemos la situación: uno está haciendo la cola en la parada y ve venir al colectivo vacío. "¡Qué bueno!" piensa. "¡Voy a viajar sentado!". Entonces, a medida que la cola avanza uno ve como los asientos se van llenando. Finalmente llega el turno frente a la máquina y es entonces cuando uno se da cuenta de que si bien no hay nadie parado, tampoco hay asientos vacíos. Conclusión: uno viaja como un pelotudo agarrado al pasamanos mientras el resto del pasaje va departiendo alegremente en sus cómodos asientos y uno se siente el más gil del barrio. Lo bueno es que esta situación es transitoria. Normalmente no pasa más de una o dos paradas hasta que sube más gente y entonces uno se regocija con el hecho de saber que, al menos, no es el único boludo de pie en el bondi. Así es, amigos, la miseria humana es moneda común en este medio de transporte. Ahora los dejo porque se acaba de liberar un asiento de adelante y hay una embarazada con un crío a upa que me lo quiere cagar.

viernes, 26 de agosto de 2011

Apología de Cortázar

Hoy hubiese cumplido 97 años Don Julio Cortázar, mi maestro, mi guía, mi mentor. Aprovecho para volcar acá algunas palabras escritas ya hace un tiempo:


"Jamás oculté mi admiración por Julio Cortázar. El mayor piropo que alguien me ha hecho es decirme que lo que escribo le recuerda a Cortázar. No creo ser merecedor de tal elogio, pero ¡Ay! ¡Cómo me gustaría! Y hablo del escritor brillante, pero tambien del observador. Recién me pidieron que nombre cinco libros, y la verdad que se me hace difícil. Pero si me dicen uno solo no. Si me dicen uno solo mi respuesta siempre va a ser Rayuela. Ese libro es increíble, el tipo logra plasmar de manera exquisita toda la literatura occidental en una novela, y encima de da el gusto de torcer sus reglas hasta lo inimaginable. Nadie puede ya hacer una novela como Rayuela. Porque cualquiera que lo intente va a quedar atrapado por la sombra del gran Julio.
Y sus cuentos. Los cuentos de Cortázar son la cima de la literatura en español. Hay ejemplos, puntuales, inolvidables, que sirven como mojón. La señorita Cora, por ejemplo. Allí se cuenta la enfermedad y la muerte de un adolescente. Un tema terrible. Pero Cortázar logra que el argumento del cuento pase a segundo plano. Porque lo cuenta en primera persona desde cada personaje que participa, en forma de discurso interno, alternando el narrador sin aviso previo, tal vez en la misma frase. Así nos lleva desde la subjetividad de cada personaje, incluso el chico que muere, desde la internación hasta su entierro. O La Noche Boca Arriba, donde un motociclista que tiene un accidente es internado en un hospital y sueña que es un prisionero azteca a punto de ser sacrificado, para descubrir a último momento que es un prisionero azteca que sueña con ser motociclista. Apocalipsis de Solentiname, una maravilla muy poco conocida. O Continuidad de los Parques, el cuento perfecto.
Sí, sí, amo a Cortázar. Y ahora me acuerdo del segmento de instrucciones de Historias de Cronopios y de Famas, pleno de ironía y profundidad. El preámbulo a las Instrucciones para dar cuerda al Reloj, una obra maestra donde te demuestra quién es dueño de quién. Hoy podría llamarse "Preámbulo a las instrucciones para configurar el celular". "


De hecho en un alarde de falta de respeto llegué a escribir esa actualización de las Instrucciones. Lo pueden leer aquí. Mi intención es apenas demostrar lo vigente que sigue Don Julio a 27 años de su fallecimiento. Valga este post como homenaje. A modo de colofón, adjunto un pequeño video con su voz leyéndonos a través del tiempo y el vinilo el Capítulo 7 de Rayuela, tal vez el texto más sensual y erótico jamás escrito, y que tantos y tan buenos polvos nos ha facilitado.


lunes, 15 de agosto de 2011

Tudo bem

Desconozco la lógica de los aeropuertos. Decididamente no sé cómo funciona esto. Estoy esperando para embarcar en el vuelo 7650 de Gol y de lo único que estoy seguro es de mi falta de certezas. Todo es pasajero, menos el chofer me dijo Bender. A Bender lo conocí hace casi 16 años. Yo por aquellas épocas había caído en las garras del servicio militar voluntario (Ver Cabo IV) y me habían elegido para hacer una comisión diplomática en Porto Alegre, capital del estado de Rio Grande do Sul. La comisión consistía en desfilar por las calles con el uniforme histórico del Regimiento de Patricios para el Día de la Independencia, 7 de Septiembre. Ese día hizo una temperatura de al menos 39° celsius, y la galera que llevaba sobre mi cabeza era un pequeño horno encargado de freirme los sesos. El desfile en sí era a lo largo de no más de cinco cuadras, pero al finalizarlo debíamos quedar formados bajo el sol durante todo el tiempo que duró la ceremonia, algo así como media hora. En total, con la previa, el desfile y la formación final, nuestra participación debe haber durado unas dos horas. Al menos dos compañeros no lo soportaron y se desmayaron mientras estaban formados. Luego de eso el motivo por el cual habíamos viajado estuvo cumplido, pero de todos modos nos quedamos tres días más.
El avión acaba de despegar. Es de noche y llueve en Porto Alegre, aunque ya hace varios minutos que dejé la ciudad atrás. Sobre mí un hermoso cielo azul estrellado, abajo un tormentoso mar de nubes. Lo reconozco: notar la presencia de relámpagos no resultó tranquilizador, pero una vez que las nubes quedaron abajo ya no hubo de qué preocuparse. El avión tiembla un poco. Habrá que decirle al mecánico que revise la suspensión. Los días siguientes luego del desfile nos trataron como reyes, o mejor, como embajadores. En Porto Alegre conocí el concepto de “Gente fina” y entendí que era el que mejor se adaptaba a los lugareños. Gente hospitalaria, amable, con una sonrisa en la boca siempre. Hermosas mujeres y hombres siempre serviciales. Buena gente, gente fina. Nosotros  paramos en el cuartel de la Polizia do Exército. Todas las mañanas al levantarnos nos esperaba un café. Parece poco dicho así, pero café es la manera en que ellos denominan al desayuno. Un café, entonces, consistía en una mesa con café, leche, té, tostadas, dulce de leche, manteca, mermelada, lomito ahumado, queso, pan, huevos, bananas, naranjas, manzanas, uvas y jugo de naranja, todo en cantidad como para abastecer a un regimiento, y nosotros eramos apenas una compañía. El almuerzo era algo similar, solo que sin pan y con el infaltable acompañamiento de arroz con feijâo preto, una salsa de porotos negros. Debo haber aumentado unos tres kilos en esos cuatro días.
Hoy se votó en Buenos Aires y por lo poco que pude enterarme el clima acompañó con un sol radiante. En Porto Alegre llovió durante todo el día, pero ahora miro por la ventanilla y veo cómo las nubes comienzan a desaparecer. No hay nada por debajo. Uno de los encargados de velar por nuestra comodidad era el Cabo Augusto. El Cabo Augusto era un pibe de unos 20 años, más o menos la misma edad que tenía yo por entonces. Durante los dos primeros días el idioma había sido un problema pero para el tercero mi portugués había progresado bastante más que el de mis compañeros. Tal vez por eso oficié muchas veces de intermediario entre ellos y Augusto o su superior, cuyo nombre ya no recuerdo. Ellos nos llevaron a conocer la ciudad y nos mostraron distintas caras del modo de vida gaúcho, desde los shoppings como Praia de Belas o Iguatemí, la noche, regada de cerveza Pilsen uruguaya, o las pizzerías libres, donde probé por primera  vez la pizza de dulce de leche.
Hablando de comida, el catering de este vuelo es mejor que el del de ida. Es un sandwich de jamón, queso y tomate, y el pán tiene orégano o algo por el estilo. Lo tomo con un vaso de guaraná, el último en quién sabe cuánto tiempo más. Yo no sé por qué no se vende guaraná en Buenos Aires. Con Augusto quedó una buena relación, y le pasé mis datos para devolverle las gentilezas en caso de que, como estaba en sus planes, viajara a la Reina del Plata en diciembre. Al final esos planes se consumaron, y en diciembre yo salí de licencia por un mes cuando a la salida del regimiento me encontré con Augusto y el amigo que lo había acompañado. Ese amigo era Bender. Durante unas dos semanas los empapé a ambos en el Buenos Aires' lifestyle. Incluso logré que pasaran vergüenza en un cantobar cantando la Canción del Marinero de Paralamas en portugués. Desde entonces Augusto no volvió a Buenos Aires pero Bender sí lo hizo un par de veces. La última, especialmente para asistir a mi boda.
Nuevamente hay nubes en el cielo bajo mis pies. El mayor problema de los tiempos preinternetianos es que resultaba por lo menos difícil mantener un vínculo que no se viera alimentado por el contacto físico frecuente. Este contacto no estaba disponible entre mis amigos brasileros y yo. Con Bender hablaba cada tanto, particularmente para las fiestas o los torneos de fútbol donde participaran Brasil y Argentina, y a través de el me enteraba sobre Augusto, pero con el tiempo incluso esto se fue perdiendo. Un dia simplemente deje de saber de los dos.
Ya va una hora de vuelo, no debe faltar demasiado. Aun hay algunas nubes, pero entre ellas alcanzo a ver un poco de llo que hay abajo, o sea nada. Hace un par de meses recibi una solicitud de amistad en facebook. Era Bender, a quien yo ya había buscado sin exito. Nos saludamos efusiva y virtualmente, y al final me dijo que en poco tiempo pensaba viajar a Buenos Aires. Asi fue, y despues de varios anos volvi a darle un abrazo a mi amigo. El estaba próximo a recibirse de geólogo y por algun motivo relacionado con eso debía ir a Montevideo y pensaba hacerse una escapada por mis pagos. Al final lo de Montevideo se suspendió pero a Buenos Aires vino igual. Fue sólo por un dia, ya que yo estaba con mis hijos y más tiempo que ese no le podía dar, pero alcanzó para ponernos al dia, o casi. OK, no califica tampoco para ponerse al dia, pero es algo che.Se me acabó la bateria de la compu asi que sigo con el celu. No se por cuánto tiempo porque me esta dando sueño. Mejor paro y sigo en un rato.
La vista nocturna entrando a Ezeiza es impresionante. De golpe se abrieron la nubes y ahí el estallido de luces, iluminando el cielo. Hace unas semanas Bender rindió la última materia de Geología y obtuvo el título. Se comunicó conmigo en ese momento y me dijo que quería que yo estuviera en la ceremonia y en la fiesta de graduación. No pude negarme. Así fue que ayer a la  mañana subí a un avión por primera vez en mi vida, y ahora por segunda. Entre una y otra volví a ver a Augusto, a quién le di un gran abrazo, conocí a la madre y las hermanas de Bender, quienes me trataron como a un hijo más, conocí a mucha gente y todos ellos con el típico sello de hospitalidad de Rio Grande do Sul. Quedé encantado también con las pequeñas diferencias culturales. Saber, por ejemplo, que a la conexión de internet de alta velocidad que acá se llama “banda ancha” allá le dicen “banda larga”. O sea, ellos la tienen larga pero nosotros la tenemos ancha. Vos fijate qué es mejor. Probar la carne al horno y los chorizos aderezados con harina de mandioca. Falar em portugueis, o el triste remedo que sale de mi boca. Enterarme que las vacaciones son 30 días para todos, no importa la antigüedad laboral que tengas. Tratar de hacerles entender que el fernet se toma con cola, que puro no es negocio. Almorzar sin pan. En fin, pude desintoxicarme por 36 horas de Buenos Aires y sus preocupaciones. Hoy termino de escribir estas líneas desde mi escritorio, nuevamente sumido en mi rutina.
Pero fue muy bueno.
Pronto espero volver por allá.


sábado, 13 de agosto de 2011

35.000 panes y 35.000 quesos


Miro por la ventanilla y sólo veo nubes y el ala del avión. Estoy a 35.000 pies de altura (unos doce mil metros) según la azafata y no puedo evitar imaginarme a un pibe haciendo pan y queso en el aire desde el suelo hasta donde estoy ahora. No es mi primera vez en el aire; sí en avión. Cuando estuve en el servicio militar hicimos una experiencia de combate en helicóptero. En aquella ocasión yo viajé en el borde del portón trasero de un Bell UH1H (los mismos de Apocalypse Now) de cara al vacío con uniforme de combate y sostenido tan sólo por un cinturón de seguridad flojo (y no inercial). Pero claro, entonces no volé por sobre las nubes.
Ver las nubes desde arriba tiene un efecto celestial, literalmente hablando, por supuesto. La primera imagen que se me viene es el arpa, la túnica, la aureola y las alitas. Escucho Amanece en la Ruta de Sueter en mi banda de sonido interna. Pensar que mi vida depende de la pericia del piloto y de la fortaleza del avión. Por cierto, el avión es más parecido al Ajira 316 que al Oceanic 815. Sobre todo por las alas chanfleadas. No tengo idea acerca de dónde estoy. Calculo que en este momento miro tierras uruguayas con el tercer ojo (vulgarmente conocido como ojete), pero la cantidad de nubes no me permite ni siquiera aventurarme a asegurarlo. Supongo que para llegar a Porto Alegre no hace falta sobrevolar el océano, aunque desconozco las oscuras rutas que manejan las líneas aéreas. Como sea, la sensación general que me invade es una profunda paz. Tengo millones de motivos por los cuales hacerme mala sangre, renegar, echar mierda, quejarme, etc., etc., etc. Pero en este momento todo lo que me provoca es mirar por la ventanilla y dejarme inundar por la placidez de esta mañana cálida y despejada a su propio pesar. Capaz que abajo esté lloviendo, quién te dice, pero por acá sólo veo el cielo celeste y el manto de nubes un kilómetro para abajo. Las preocupaciones, el malhumor, el laburo, la guita, la casa, las cuentas, nada de eso importa ya. Estoy en paz conmigo mismo y con el universo. Posiblemente eso se termine al pisar suelo brasileño, quizás al regresar a suelo argentino. Me importa muy poco. Todo es aquí, todo es ahora, el contexto y las circunstancias no existen. El mundo se detuvo en el interior de este pájaro de lata. Me quedo entonces a la espera del aviso de llegada a POA. El mundo es un lugar maravilloso el día de hoy.
Y por cierto, es mucho mejor escribir en un avión que en el subte.

jueves, 4 de agosto de 2011

Celular

El mundo es un puto aujero. Así, aujero (corresponde un SIC?). Una vez una periodista me dijo eso el día que su novio la dejó. Ya pasaron unos veinte años de aquello, y yo tenía alguna idea acerca de que ella tenía razón. Tal vez no de cuánta. Pero ya tenía, eh. Nos pusimos a hablar en aquella oportunidad. No quería consolarla, no me correspondía de hecho y no tenía necesidad. Pero sí, me sentía curioso. Se supone que ella era una adulta ya formada (en realidad, no tenía ni diez años más que yo) y hasta entonces no había visto un adulto en carne viva, no de esa manera. La charla fue virando desde ella hacia mí. Yo le dije que me sentía solo (no me estaba tirando un lance, no me interesaba V de esa manera), y ella salió con la boludez de que tenía a mi mamá, a mi papá, a mis amigos y bla bla bla. ¿Cómo decirle que estar con mis viejos era estar solo? ¿Cómo explicarle que mis amigos eran tales sólo desde mi perspectiva?
Ayer tuve un mal día, es cierto. Me encantaría tener el consuelo de decir "en fin, fue tan solo un mal día", pero lo cierto es que fue otro mal día. Un mal día más dentro de una lista interminable de malos días. Haciendo cuentas, generando una estadística, ¿cúal es el porcentaje de días buenos y cuál el de días malos en mi vida? ¿Cuántos goles metí por cada uno que me morfé?
Hoy escribo desde una rara serenidad. Ayer fue un día de mierda de esos que confirman la sentencia expuesta por V en 1991. No es un caso aislado. Me siento estancado. Tal vez desde entonces, o antes. Se supone que yo tenía un futuro brillante. "Qué chico inteligente. De grande va a ser ingeniero, arquitecto, doctor." De grande soy un adulto con un matrimonio fracasado, que no encuentra un laburo en el que pueda asentarse y que siente que cada vez que logra dar un paso adelante recibe un golpe que lo tira dos pasos atrás. Y ojo que la remé. Toda mi vida la remé. De cada golpe me levanté y de cada herida cicatricé. Pero los golpes duelen y las cicatrices marcan. Y sanar de todo aquello es duro. Nunca se consigue del todo. Entonces la piel se endurece y el alma también. Los niveles de cinismo y sarcasmo en sangre suben y el mundo pasa a ser un lugar demasiado conocido donde no se está a gusto. La sociedad me pidió que me convirtiera en un elemento productivo, pero yo ni siquiera sé qué es lo que puedo producir que le sirva a esta bendita sociedad. Tuve más laburos que Homero Simpson. Me convertí en un engranaje servil del capitalismo más salvaje, y jamás me sentí a gusto. Me convertí en un parásito depresivo, y no me sentí a gusto. Tal vez lo único que me guste sea escribir, pero jamás encontré a nadie que considerara que mi habilidad puede ser útil, y mucho menos que pudiera ganar plata. o aunque sea ganarme la vida con eso. Desde chico me presionaron para que fuese un profesional o algún tipo de miembro de cierta élite, y ya me ven acá, desnudo en mi cama dejando salir frustraciones. No es bueno que le impongan semejante carga a un chico. Y mucho menos que lo dejen solo después de imponérsela. Nadie nunca me preguntó qué me gustaba, nadie se preocupó por averiguarlo. Tuve que buscar siempre laburo de "lo que sea" aunque no quisiera. Y me han llovido elogios y felicitaciones por los cuentos que he escrito pero nadie jamás consideró que mereciera dos mangos por haberlo hecho. La literatura es mi hobby, entonces, me demanda tiempo y esfuerzo pero no me reditua un mango. Hubo un tiempo en que publicaba un cuento por día, o un capítulo de alguna historia más larga. Hacerlo me demandaba entre dos y cuatro horas, trabajo intelectual y de investigación, más allá del acto de escribir propiamente dicho. Por supuesto, eso no tiene valor en una cultura para la cual lo único importante es que la economía se mueva. Si Amy Winehouse fue utilizada y abandonada por la industria y murió sola en su departamento sin un hombro donde appoyarse, lo que importa en definitiva es que muerta y enterrada va a vender más discos que encerrada y falopeándose. Así que hoy me tomo mi día de depresión y furia y aprovecho para vomitar lo que me sale de adentro. No me vengan con boludeces tales como todo lo bueno que logré, mis dos hijos y la mar en coche. Las cosas buenas que obtuve no me dan de comer, y estuve una semana a arroz y fideos midiendo para cuánto me alcanzaba la manteca. Y cuando finalmente me pagan el sueldo que me gané por adaptarme al sistema resulta que me dan un cheque sin firmar y tengo que utilizar mi día de descanso para arreglar con la panza vacía las cagadas que se mandaron otros. Y entonces el golpe de gracia. Un mimo que me pude dar después de mucho. Un mimo para el que me endeudé casi con alegría. Un celular que me tenía muy contento y que me compré hace menos de dos semanas para reemplazar la carcacha inutilizable que venía llevando. ¡Hola! Ahora estoy en tu bolsillo mientras vas en el tren, ahora no estoy más. Sí, es apenas un celular, un pequeño objeto completamente reemplazable cuya ausencia no implica la muerte de nadie. Pero no es sólo el celular. Basta para mí, basta para todos, señores.
Mañana volveré a mi triste y rutinaria vida de vendedor de autos que no consigue vender una mierda. Hoy no estoy. Y no me llamen al celu porque no me van a encontrar.

martes, 2 de agosto de 2011

Desilusión

Y se van cayendo los muñequitos de la repisa. Allá los tenías  a todos desde que eras chiquito. Tus ejemplos, tus modelos de vida. Arriba de todo, grandes e inmaculados, estaban tus viejos, fuente de toda razón y justicia. Inmediatamente abajo tus abuelos y algún que otro tío. Uno o dos primos, de esos que te fascinaban. Un par de compañeros de escuela, particularmente uno. Y los de la tele, claro. Pueden haber sido Tom y Jerry, Bugs y Lucas, Koji Kabuto, Oliver Atom, Go Ku, Barney, Pikachu, Carlitos Balá, el Capitán Piluso, Ben 10, Phineas y Ferb o Buzz Lightyear. Da lo mismo. Después los cambiaste por Lennon, Metallica o Britney. Y el Diego, claro. Cómo me voy a olvidar del Diego.
Pero un día lo sacaron al Diego en pelotas de un departamento en Caballito. Por ese tiempo te diste cuenta también de que tus abuelos estaban gagá, que tus compañeros eran unos pelotudos y que tus tíos no eran tan buena gente. Después empezaste a aburrirte con los dibujos de la tele, y viste a Britney gorda y a Lars Ulrich quejándose de las descargas por internet. Y en algún fucking miserable momento te diste cuenta de que tus viejos son un par de pusilánimes que se animaron a hacer bastante menos de lo que pudieron y el resto de lo que hubiesen podido ni siquiera sabían que era posible hacerlo.
Entonces el muñeco articulado de Buzz quedó solo empolvándose en la repisa.


lunes, 1 de agosto de 2011

Tic Tac

​Pocas cosas tan desagradables como el sonido del reloj. Ese tic tac eterno que marca indefectiblemente que falta un segundo menos para arribar al momento de tu muerte. Pero hay algo aún peor, y que proviene de la misma fuente. El despertador. Uno puede estar viviendo su mas alocada fantasía (digamos, una noche de lujuria con Evangelina Anderson en el Hotel 7 estrellas Burj al Arab de Dubai) cuando suena la maldita alarma para recordarnos que seguir durmiendo no es una opción, que tenemos que trabajar para vivir, que lo que ganamos en un año no cubre una noche en el hotel, sin contar el pasaje de avión o los honorarios de Evangelina, que mejor que salgamos de la cama de una vez porque vamos a llegar tarde y vamos a tener problemas…
​Atontado todavía por la salvaje irrupción de la realidad en el subconciente zafo de la embriagante caricia de mis sábanas y me dirijo al baño a encarar un nuevo día.


domingo, 31 de julio de 2011

Subte


El subte es una experiencia fantástica. Viajar así, hacinado y encapsulado, recorriendo túneles que atraviesan las tripas de una ciudad en permanente ebullición. La gente no sabe identificar lo maravilloso, a tal punto llega el dopaje de sus sentidos. Ellos se dejan arriar mansamente por ganaderos invisibles mientras viven la fantasía de manejar sus vidas. Tienen un pequeño y mezquino atisbo de felicidad cuando llegan primeros a apoyar el culo en un asiento disputado y así con muy poco van felices o no cada mañana a ese matadero cotidiano adonde les chupan plusvalía y los reducen a serviles engranajes de un sistema despiadado que les ofrece una ínfima limosna a cambio junto con la patética ilusión de que "tienen un buen sueldo". Y aquí voy yo entonces, desgranando estas futiles reflexiones mientras llego tarde al laburo.


lunes, 20 de junio de 2011

No hemos sido presentados - Toma III

En algún momento surgió la pregunta. ¿Quién soy? Esto que para la mayoría de la gente resulta hasta obvio, para mí dejó de serlo. En realidad no creo que para nadie sea tan obvio como cree.
Fui con mis hijos a ver Kung-Fu Panda 2. Lo bueno de tener chicos chicos es que te permiten ir a ver impunemente películas que normalmente uno tal vez no vería en cine, habiendo a mano una X-Men First Class o una Piratas del Caribe. Esto no es novedad, ya lo se. Pero esta vez no fue como siempre. Ojo, yo sabía a lo que iba. Hay un momento en la primer Kung-Fu Panda en que el padre de Po (un ganso) le confiesa que hay algo que debería haberle confiado hace mucho tiempo. Finalmente eso resulta ser el ingrediente secreto de la sopa de ingrediente secreto, pero sabemos que había algo más. Ya desde las sinopsis previas al estreno nos adelantaron que en esta secuela para cumplir su misión Po debería indagar sobre su origen. De manera que allí fui con mis dos hijos, dispuesto a encontrarme con mi destino.
Convengamos que el destino no se hizo esperar en este caso. Ya en el prólogo nos enteramos de la matanza de pandas llevada a cabo por el pavo real Sheng, heredero al trono de China y en rigor el malo de la película. Y no pasan veinte minutos hasta que Po encara a su padre y este le cuenta sobre su aparición en el interior de un cajón donde debería haber habido rabanitos. Es entonces cuando Po se hace la pregunta de mentas: ¿Quién soy?
Y durante el resto de la película esa es la pregunta que sobrevuela la trama. ¿Quién soy? Y el no saber quién es desespera a Po. Se enceguece, se paraliza y no sabe qué hacer. Y cuando finalmente alcanza el conocimiento, cuando la verdad que se le ocultó durante treinta años sale a la luz, es entonces cuando Po alcanza la paz interior.
Porque en realidad aquello sobre lo que habla la película (como ingrediente secundario al comienzo pero cada vez más en primer plano a medida que avanza) es la paz interior. Y la actitud.
Y es que finalmente Po consigue las respuestas que había ido a buscar. Y es entonces cuando se da cuenta de que no importan. Realmente no importa de donde saliste o quien es el responsable de que hayas aparecido donde apareciste en el momento en que lo hiciste. Lo que importa es lo que hiciste a partir de eso. Lo que vos hiciste con vos mismo.
Por supuesto, la falta de certezas te come por dentro. Necesitamos saber, aunque sea para elaborar los correspondientes duelos. Pero lo cierto es que a veces, por una razón o por otra, saber se hace imposible. No hay pistas, no hay indicios, no hay certezas ni testimonios. No hay nada.
¿Y entonces qué pensás hacer? ¿Vas a bajar los brazos y dedicarte al lamento? El mundo es demasiado cruel y despiadado como para bancártelo. No te queda otra que seguir adelante o ser aplastado.
A su debido tiempo yo hice tanto una cosa como la otra. Seguí y fui aplastado. Comí y fui comido. Así es en esta selva.
Y finalmente entendí. No es el conocimiento de nuestra prehistoria el que nos hace quienes somos. A lo sumo nos dota de un contexto y de una configuración inicial. Pero es a partir del momento en el que comenzamos a ser conscientes de nuestras vidas cuando todo eso deja de importar. Pasa a ser el escenario de nuestras vidas, pero somos nosotros los responsables de manipular ese escenario para nuestro beneficio. Es en entender eso donde radica la diferencia entre manejar el mundo y dejarse arrastrar.
Espero pronto poder entenderlo.
Lo necesito en realidad.

domingo, 27 de marzo de 2011

New Age

No hace alusión a una bebida alcohólica, aunque un buen New Age no vendría mal, creeme que no. Lo bueno de tener un blog que nadie lee es que uno puede reinventarse. La vida cambia con demasiada frecuencia (es mi caso al menos, entiendo que a la gente normal le gusta estancarse) y a veces es difícil seguirle el ritmo. Por lo pronto en este momento doy un nuevo paso, un nuevo giro en el registro digital de mi vida. No hemos sido presentados, y sin embargo acá estamos.

Welcome 2 my mind.