lunes, 18 de octubre de 2004

Política

Todo es política. Hasta decirse apolítico es tomar una posición, establecer una política de vida. Existen dos conceptos relacionados con la política que hoy por hoy son clave en la conducta humana. Uno es el de la corrección política. Mucho se ha hablado sobre la corrección política. Ésta en definitiva no es más que un invento yanqui que pretende mostrarnos cómo deberían ser las cosas que en la práctica son diametralmente distintas. A modo de ejemplo: decirle negro a un negro en USA es políticamente incorrecto. Lo correcto es decirle afroamericano. Esto no impide que en la práctica ese afroamericano sea discriminado como el peor de los negros. Resumo: Lo políticamente correcto es el modelo que da el imperio para formar ciudadanos dóciles y manejables, que acepten las decisiones de las instituciones por el sólo hecho de provenir de ellas y que nunca, pero nunca dejen cruzar por su cabeza palabras tales como transgresión, rebelión o (vade retro!) revolución.
El otro concepto, en el cual me quiero detener un poco más, es el de decisión política. Cualquiera de nosotros toma decisiones todo el tiempo: Qué comprar en el el mercado, qué hacer con su tiempo, a dónde ir el fin de semana, etc. Pero cada tanto se le presentan a uno decisiones que implican una serie de consecuencias que pueden no ser del todo gratas, pero que serán peores en el caso de no tomarlas. Estas son decisiones políticas. A veces uno las estira, con la ingenua esperanza de que un milagro consiga evitar lo inevitable. Y en general resulta peor. Efecto bola de nieve, las consecuencias siempre crecerán a medida que el tiempo pase, y muchas veces lo que a tiempo hubiese sido un buen resultado, termina convirtiéndose apenas en el menor de los males.

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