lunes, 20 de junio de 2011

No hemos sido presentados - Toma III

En algún momento surgió la pregunta. ¿Quién soy? Esto que para la mayoría de la gente resulta hasta obvio, para mí dejó de serlo. En realidad no creo que para nadie sea tan obvio como cree.
Fui con mis hijos a ver Kung-Fu Panda 2. Lo bueno de tener chicos chicos es que te permiten ir a ver impunemente películas que normalmente uno tal vez no vería en cine, habiendo a mano una X-Men First Class o una Piratas del Caribe. Esto no es novedad, ya lo se. Pero esta vez no fue como siempre. Ojo, yo sabía a lo que iba. Hay un momento en la primer Kung-Fu Panda en que el padre de Po (un ganso) le confiesa que hay algo que debería haberle confiado hace mucho tiempo. Finalmente eso resulta ser el ingrediente secreto de la sopa de ingrediente secreto, pero sabemos que había algo más. Ya desde las sinopsis previas al estreno nos adelantaron que en esta secuela para cumplir su misión Po debería indagar sobre su origen. De manera que allí fui con mis dos hijos, dispuesto a encontrarme con mi destino.
Convengamos que el destino no se hizo esperar en este caso. Ya en el prólogo nos enteramos de la matanza de pandas llevada a cabo por el pavo real Sheng, heredero al trono de China y en rigor el malo de la película. Y no pasan veinte minutos hasta que Po encara a su padre y este le cuenta sobre su aparición en el interior de un cajón donde debería haber habido rabanitos. Es entonces cuando Po se hace la pregunta de mentas: ¿Quién soy?
Y durante el resto de la película esa es la pregunta que sobrevuela la trama. ¿Quién soy? Y el no saber quién es desespera a Po. Se enceguece, se paraliza y no sabe qué hacer. Y cuando finalmente alcanza el conocimiento, cuando la verdad que se le ocultó durante treinta años sale a la luz, es entonces cuando Po alcanza la paz interior.
Porque en realidad aquello sobre lo que habla la película (como ingrediente secundario al comienzo pero cada vez más en primer plano a medida que avanza) es la paz interior. Y la actitud.
Y es que finalmente Po consigue las respuestas que había ido a buscar. Y es entonces cuando se da cuenta de que no importan. Realmente no importa de donde saliste o quien es el responsable de que hayas aparecido donde apareciste en el momento en que lo hiciste. Lo que importa es lo que hiciste a partir de eso. Lo que vos hiciste con vos mismo.
Por supuesto, la falta de certezas te come por dentro. Necesitamos saber, aunque sea para elaborar los correspondientes duelos. Pero lo cierto es que a veces, por una razón o por otra, saber se hace imposible. No hay pistas, no hay indicios, no hay certezas ni testimonios. No hay nada.
¿Y entonces qué pensás hacer? ¿Vas a bajar los brazos y dedicarte al lamento? El mundo es demasiado cruel y despiadado como para bancártelo. No te queda otra que seguir adelante o ser aplastado.
A su debido tiempo yo hice tanto una cosa como la otra. Seguí y fui aplastado. Comí y fui comido. Así es en esta selva.
Y finalmente entendí. No es el conocimiento de nuestra prehistoria el que nos hace quienes somos. A lo sumo nos dota de un contexto y de una configuración inicial. Pero es a partir del momento en el que comenzamos a ser conscientes de nuestras vidas cuando todo eso deja de importar. Pasa a ser el escenario de nuestras vidas, pero somos nosotros los responsables de manipular ese escenario para nuestro beneficio. Es en entender eso donde radica la diferencia entre manejar el mundo y dejarse arrastrar.
Espero pronto poder entenderlo.
Lo necesito en realidad.

1 comentario:

  1. Indagar sobre el origen a veces no termina en saber quienes son tus padres biológicos. Los que somos verdaderamente curiosos siempre queremos ir más allá, y más allá. Como sabemos, una respuesta lleva a otra pregunta y así.
    Creo que recién a los cuarenta empecé a ir en materia de indagaciones por el camino correcto. O fue tan simple como que había madurado. Entonces supe que la mejor parte de mi vida la viví después de los 40. Ah, no se a que viene esta reflexión pero el post es inspirador. Tá muy bueno. Hay que ver más dibujitos con los hijos/nietos.
    Besugo

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