miércoles, 12 de febrero de 2003

Uno no se las sabe todas

Uno no se las sabe todas, uno va recorriendo ese camino entre puerta y puerta de la vida tropezando y aprendiendo de los tropezones que da, así como dicen que la experiencia es un peine que te dan cuando te quedás pelado es cierto también que es un peine que no se presta, la experiencia se vive y no se comparte, y lo que pudo resultar productivo para uno puede ser desastroso para el otro. OK, a uno le gusta contar las cosas que le pasan por dentro, es una forma de terapia, incluso, es sacarse de las tripas lo que puja por salir y dar lugar para que algo nuevo crezca, pero jamás se pone en el lugar del maestro que ya está de vuelta y tiene bajo el brazo el manual de instrucciones de la vida. Lo que yo escribo es apenas una crónica de lo que observo. Nada más. Nadie tiene por qué seguirme. Ni a nadie doy instrucciones de cómo hacerlo.
Odio los textos de autoayuda. Recibo en mi casilla día a día cadenas de mail donde se me dan todo tipo de fórmulas mágicas que convertirán mi vida en un paraíso. La estructura es más o menos la misma en todos los casos: frases cortas, normalmente en modo imperativo; muchas metáforas, muchas veces innecesarias; muchas veces una parábola ilustrativa para adornar; y siempre, de modo infaltable, la sensación de que el que escribió el texto vivió la vida cinco veces y ya no existe nada que no tenga previsto en su manual.
Me encanta equivocarme. No existe derecho tan humano como el de equivocarse, y no existe mejor manera de aprender. A veces tomar una decisión equivocada puede ser desastroso, pero peor aún es cuando la decisión equivocada fue hacer caso de lo que otro me dijo en vez de hacer lo que mi propio instinto me decía. Si un día mi hija me dice que quiere meterse a monja, yo por convicción no puedo aprobar esa decisión, y voy a tratar de convencerla de no hacerlo, pero jamás le prohibiré que lo haga, ya que eso provocaría que ella viviera culpándome por haberle coartado su vocación, lo sea realmente o no, no tendría forma de saberlo. Prefiero que se meta a monja y se equivoque y se salga, o no y el equivocado haya sido yo, pero que sea ella la que tome la decisión, porque es su vida, y nadie la vivirá mejor que ella. La vida no viene con manual de instrucciones, y aunque ya seas pelado para cuando tengas tu peine, sabrás que fuiste vos el que lo armó, diente a diente, y eso no tiene precio.

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